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Un cierto magnate tecnológico acaba de soltar una bomba: ha entregado más de $10 mil millones al Tío Sam, reclamando la corona como el mayor contribuyente individual de la historia. ¿Su recompensa? Silencio total. Ni siquiera un trofeo barato de la oficina de impuestos. La ironía es deliciosa: entrega miles de millones, recibe absolutamente nada a cambio, excepto quizás un aviso de auditoría. Algunas personas rompen récords. Otras simplemente rompen sus cuentas bancarias para el gobierno.
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