Cada cambio de era, en esencia, es una iteración en las herramientas de producción. La máquina de vapor dio lugar a la era industrial, la electricidad iluminó las ciudades modernas y los chips impulsaron la revolución de la información. Hoy en día, la ola de la IA arrasa con todo: quien logre dominar esta fuerza primero, tendrá la llave de la era en sus manos.

Imagina Pittsburgh a mediados del siglo XIX. En ese entonces, Estados Unidos seguía siendo un país agrícola, donde seis de cada diez personas cultivaban la tierra. Un joven telégrafo llamado Carnegie vio el potencial en la industria del acero. En solo dos generaciones, transformó el mundo entero: los ferrocarriles reemplazaron a los carruajes, las bombillas disiparon las velas y el acero se convirtió en el esqueleto de los edificios.

La forma de trabajar también cambió radicalmente. La gente pasó de trabajar en los campos a las fábricas, y de las fábricas a las oficinas. ¿Y ahora? Más de 2.000 millones de trabajadores del conocimiento en todo el mundo están en oficinas, la IA ya está tocando la puerta, pero la mayoría aún no se ha dado cuenta.

Lo interesante es que las nuevas tecnologías suelen «vestirse con ropa vieja». Los primeros teléfonos imitaban el estilo de los telégrafos, y las primeras películas consistían en colocar una cámara frente a un escenario para grabar. Esto significa que siempre usamos marcos del pasado para entender el futuro. ¿Cómo será el futuro del trabajo del conocimiento? Cuando la IA se convierta en parte de la organización, pensando y actuando sin parar, ¿qué pasará en la oficina? Es una pregunta que todos deberían reflexionar cuidadosamente.