Millones de ventas de 《逃离鸭科夫》 se convierten en un ejemplo de rebelión, revelando la verdadera escasez en la cadena: la “impulso de colaboración”

Cuando el mundo aún era joven, una creencia compartida encendió las llamas en todo el planeta. En aquel entonces, Bitcoin era una poesía, la descentralización una revolución. Hoy en día, la luz de Web3 está siendo gradualmente devorada por la racionalidad de las instituciones, el orden regulatorio y la prudencia del capital. Los soñadores y creadores de memes que alguna vez impulsaron la innovación han ido desapareciendo, dejando tras de sí un silencio tras el bullicio. Una pregunta se vuelve cada vez más aguda: cuando la creatividad muere, ¿qué queda de Web3?

De la fiesta al silencio: el colapso de la creatividad

En la era dorada de Web3, la creatividad era la moneda de este mundo. Desde el Verano DeFi hasta la fiebre de NFT, desde las guerras de memes hasta la breve primavera de GameFi, cualquiera podía, con inspiración, entusiasmo y un poco de valor, crear olas gigantescas. La comunidad cripto de entonces parecía un utopía de internet del siglo XX, caótica, salvaje, pero llena de energía. La gente se quedaba despierta hasta altas horas para codificar en consenso comunitario, o impulsaba un meme de gatos hasta la cima. Cada nuevo concepto —DAO, DePIN, SocialFi, Restaking— se extendía como una chispa, alimentando la fantasía de los soñadores.

Sin embargo, en el otoño de 2025, la creatividad en Web3 pareció entrar en un estado de parálisis colectiva. Los escándalos en la conferencia de Solana, la popularidad del meme del CTO, las controversias en torno a la adquisición de Facaster, estos eventos solían desencadenar olas en toda la red, pero ahora ni siquiera logran mantenerse en las tendencias de Twitter. La “energía de hacer cosas” en el cripto está agotándose; la gente está cansada, cautelosa e incluso empieza a sentir “desconexión”. Bitcoin alcanza nuevos máximos, pero el mercado sigue pareciendo vacío. La narrativa se vuelve anticuada, el consenso se consume. El ideal de descentralización se empaqueta en productos financieros, la innovación se convierte en KPI para las instituciones, y el romanticismo cede ante la rentabilidad anualizada.

Este “colapso de la creatividad” no es casualidad. Como señala Messari en su《Crypto Thesis 2025》, el mayor riesgo para la industria no es la regulación, sino el agotamiento de la narrativa. Cuando todos los conceptos pueden ser prevalorados por fondos y algoritmos, hacer cosas pierde sentido. Una industria que solo habla de valoraciones y no de imaginación, en esencia, ha abandonado la cultura — y la muerte de Web3 quizás comience en este mismo instante.

El mercado de los patitos: un ejemplo inesperado de rebeldía

Justo cuando todo parecía aburrido, un pequeño “objeto” sin relación alguna explotó en la red. A mediados de octubre, un minijuego llamado 《Escapa de Duckov》 se convirtió de repente en tendencia en Steam. Desarrollado por un pequeño equipo de cinco personas, “Círculo de Ácido”, incubado en Bilibili, con un precio de 58 yuanes (51 tras descuento), vendió más de un millón de copias en una semana. Sin tokens, sin activos en la cadena, sin financiamiento, solo con la reputación de los jugadores que se difundió de forma orgánica. Lo más sorprendente fue que generó espontáneamente un sistema económico propio: los jugadores intercambiaban mods y artículos con la comunidad, creando un “mercado de patitos”, e incluso surgieron fenómenos de “doble gasto”. Un juego puramente simple, que inesperadamente simuló un modelo económico descentralizado.

El éxito de 《Duckov》 es una sátira a Web3: no es que el mercado de patitos necesite estar en la cadena, sino que la cadena necesita un mercado de patitos. Cuando numerosos proyectos GameFi recaudan millones de dólares y diseñan a toda prisa economías de tokens, pero fracasan por la pérdida de jugadores, un “juego sin tokens” logra convertirse en el experimento económico más puro. Los jugadores no buscan ganancias, sino diversión y compartir; no dependen de mecanismos de incentivo, sino que mantienen el orden con entusiasmo. Esto revela precisamente la parte más valiosa de Web3: la impulsividad colaborativa y el deseo de crear.

Desde la perspectiva del cripto, el mercado de patitos es un “medio ideal” aún no aprovechado; desde la antropología, nos recuerda que los juegos son la herramienta de consenso más primitiva de la humanidad. La humanidad evolucionó gracias a la cooperación, no por incentivos. Cuando un juego logra que decenas de miles de personas establezcan relaciones comerciales reales en un mundo virtual, esa “descentralización” es más natural y conmovedora que la mayoría de los protocolos en la cadena. El mercado de patitos nos hace redescubrir que la blockchain no debería perseguir “orden económico regulable”, sino volver a la “experiencia humana perceptible”.

La era de los rentistas: la dislocación entre cultura y capital

Web3 originalmente buscaba romper las estructuras centralizadas, pero terminó convirtiéndose en un nuevo sistema jerárquico. Veblen en《La clase ociosa》 escribió: “El consumo ostentoso es una prueba de estatus.” Hoy, esta frase se cumple nuevamente en el mundo de blockchain. El pingüino gordo, la luna, BAYC… cada proyecto NFT se consideraba un “consenso cultural”, pero al final se convirtió en una herramienta de especulación y estatus. Los NFT ya no simbolizan la creatividad, sino la jerarquía. La exhibición de activos en la cadena se ha convertido en una nueva forma de “lujo virtual”. Aquellos que realmente crean memes, diseñan arte o escriben código son excluidos del sistema de rentistas, convirtiéndose en los proletarios en la cadena.

No es un caso aislado, sino un resultado estructural. Los primeros en entrar aprovecharon la arbitraje institucional para acumular grandes fortunas, consolidando su poder mediante votaciones en DAO, fondos y redes sociales; los nuevos usuarios actúan como “proveedores de liquidez” en un diseño financiero cada vez más abstracto. Web3 reemplazó el viejo orden, pero replicó su estructura. Y en el plano cultural, hacer cosas se convirtió en una nueva forma de ostentación. Los memes pasaron de ser humor a marketing; las comunidades de consenso se transformaron en dominios privados; DeFi pasó de ser innovación a granjas de rendimiento. Cada idea fue comercializada, métricas y KPIs se impusieron. La romanticismo de Web3 se convirtió en material para las instituciones. Creíamos estar creando el futuro, pero en realidad solo acelerábamos una especie de “vacío de alta frecuencia”. Como dice el sociólogo Han Bingzhe, “cuando todo está ocupado por la productividad, incluso el ocio se convierte en competencia.” Web3 nos da herramientas sin precedentes, pero nos priva del espacio para la creación espontánea.

Volver a lo romántico: dejar un espacio puro para el vacío

Al final del bullicio en el mundo de las criptomonedas, quizás todavía necesitemos un poco de residual romanticismo. El mercado de patitos nos dice que la creatividad humana no ha desaparecido, solo ha sido enterrada por un sistema excesivamente financiero. La verdadera descentralización no es una redistribución del poder, sino una desmonopolización de la imaginación. Cuando palabras como regulación, bonos, Layer2 o rendimientos dominan la narrativa, necesitamos a alguien que en otra parte mantenga viva la chispa de la “hacer cosas”: esas ideas inútiles, sin beneficios, pero que aún pueden hacer sonreír. La próxima gran recuperación de Web3 quizás no venga de un anuncio de alguna fundación, sino de un grupo de creadores anónimos, jugadores y comunidades que publican en redes. No les importa cuánto financiamiento obtengan, solo si todavía se permite que “hacer cosas” siga siendo posible.

La perla enterrada oculta su brillo; una vez sacada, irradia luz por doquier. El verdadero significado de la descentralización nunca ha sido oponerse a la autoridad, sino resistirse a ser dominado por algoritmos. Cuando devolvemos la cadena de bloques a quienes todavía quieren “hacer cosas”, quizás el alma de Web3 pueda volver a brillar. Porque solo cuando la creación vuelva a ser más importante que las ganancias, la fe no callará. **$CREO **$CRO **$CRV **

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