El oro alcanza un nuevo máximo de 4420 dólares por onza, con los bancos centrales de todo el mundo aumentando sus reservas, y los fondos de refugio globales fluyendo en masa. Por un lado, las monedas fiduciarias tradicionales construyen una línea de defensa basada en un consenso milenario; por otro lado, activos digitales como Bitcoin abren nuevos campos de batalla mediante la descentralización y la escasez algorítmica.

El panorama competitivo entre ambos se vuelve cada vez más claro. El oro físico cuenta con el respaldo de los bancos centrales y reconocimiento histórico, y los fondos ETF fluyen constantemente, siendo una opción de protección segura. Los activos digitales, por su parte, apuestan por la tecnología: transferencias transfronterizas en segundos, sin restricciones físicas y con una oferta constante. El oro tokenizado intenta combinar lo mejor de ambos mundos, pero ¿puede realmente desafiar al mercado spot?

Este año, la proporción de asignación entre activos digitales y oro ha disminuido un 50%, lo que indica que el mercado está reevaluando el valor de estos dos tipos de activos. Pero esto no es el fin. Desde la perspectiva de la asignación, los inversores tradicionales valoran la certeza del oro, mientras que los interesados en los activos criptográficos esperan beneficios a largo plazo derivados de la innovación tecnológica. La pregunta es: ¿tu cartera de inversión valora más la protección a corto plazo o apuesta por los dividendos tecnológicos a largo plazo?