Por diseño, las redes blockchain operan de manera completamente transparente: cada transacción se registra de forma permanente y es visible para todos.

Suena ideal en papel, ¿verdad? Pero aquí está el truco: esta apertura tiene un efecto secundario inesperado.

Los activos empiezan a tener una reputación vinculada a su historial de transacciones. Algunas criptomonedas se etiquetan como "limpias", mientras que otras se marcan como "contaminadas". ¿La ironía? Son tokens literalmente idénticos.

La diferencia no está en el código ni en la propia moneda. Es puramente acerca de dónde ha estado y qué direcciones lo han tocado. Mismo activo, mismas propiedades en la blockchain, pero el mercado los trata como fundamentalmente diferentes según sus movimientos pasados.

Esto crea una paradoja interesante en los mercados de criptomonedas: la percepción se vuelve tan importante como la tecnología real.