La preocupación de Benjamin en «La obra de arte en la era de su reproducción técnica» por la «desaparición del aura» se ha convertido en una especie de maldición en la era de Internet:
las imágenes que creas hasta altas horas de la noche, con solo hacer clic derecho y guardar, ya no te pertenecen. Esto es prácticamente la «esclavitud cibernética» de la era digital.
GaiAI @GaiAIio lo que me atrae precisamente es su intento de redefinir esta realidad. No es otro juguete para dibujar, sino un sistema judicial que realiza pruebas de ADN para la creatividad. La lógica central de este proyecto consiste en convertir las «palabras clave» en una especie de «derecho de alquiler algorítmico». En lo que llaman el «mapa de activos creativos», tus prompts, parámetros del modelo y rutas de generación quedan registrados, como si plantaras una bandera en un páramo digital caótico—quien use tu base para construir, debe pagar alquiler.
En los datos hay algo de verdad; con una inversión de 10 millones de dólares, en 48 horas en la red de prueba llegaron 100,000 usuarios. Este modelo de «Crear para Minar» (Create-to-Mine), convierte directamente el «crear por amor» en una distribución basada en el trabajo.
Por supuesto, el mayor enemigo de este diseño siempre será la naturaleza humana. Mientras haya incentivos, los «trolls del spam» crearán montones de imágenes basura para cambiar por criptomonedas. Que GaiAI tenga éxito no depende de qué tan parecido dibuje a Van Gogh, sino de si puede construir un dique entre los «verdaderos creadores» y los «guiones de manipulación de volumen». Si lo logra, será una especie de revolución suave en la industria creativa.
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La preocupación de Benjamin en «La obra de arte en la era de su reproducción técnica» por la «desaparición del aura» se ha convertido en una especie de maldición en la era de Internet:
las imágenes que creas hasta altas horas de la noche, con solo hacer clic derecho y guardar, ya no te pertenecen.
Esto es prácticamente la «esclavitud cibernética» de la era digital.
GaiAI @GaiAIio lo que me atrae precisamente es su intento de redefinir esta realidad.
No es otro juguete para dibujar, sino un sistema judicial que realiza pruebas de ADN para la creatividad.
La lógica central de este proyecto consiste en convertir las «palabras clave» en una especie de «derecho de alquiler algorítmico».
En lo que llaman el «mapa de activos creativos», tus prompts, parámetros del modelo y rutas de generación quedan registrados, como si plantaras una bandera en un páramo digital caótico—quien use tu base para construir, debe pagar alquiler.
En los datos hay algo de verdad; con una inversión de 10 millones de dólares, en 48 horas en la red de prueba llegaron 100,000 usuarios.
Este modelo de «Crear para Minar» (Create-to-Mine), convierte directamente el «crear por amor» en una distribución basada en el trabajo.
Por supuesto, el mayor enemigo de este diseño siempre será la naturaleza humana.
Mientras haya incentivos, los «trolls del spam» crearán montones de imágenes basura para cambiar por criptomonedas.
Que GaiAI tenga éxito no depende de qué tan parecido dibuje a Van Gogh, sino de si puede construir un dique entre los «verdaderos creadores» y los «guiones de manipulación de volumen».
Si lo logra, será una especie de revolución suave en la industria creativa.