Cada vez que fijas la vista en un nuevo objetivo, la vida te envía su propia prueba personalizada — tu Goliat personal. Puede aparecer a través de tu carrera, de tu familia, de pérdidas repentinas, de retrasos que te hacen dudar de ti mismo o de batallas que nadie sabe que estás librando.
Pero hay algo que está garantizado: todos tienen su turno en el ring. Nadie está exento.
El universo es dolorosamente justo en ese sentido.
Y por eso, burlarse del nivel de alguien o envidiar el ascenso de otro es una tontería.
No sabes la tormenta por la que han tenido que arrastrarse, y ellos no conocen el fuego en el que tú te encuentras.
Todos somos humanos en diferentes capítulos del mismo libro — algunos en su invierno, otros en su primavera. Reírse de la lucha de alguien solo revela tu ignorancia, no su debilidad.
La verdadera tragedia no es el desafío... es cuando dejas que el desafío te convenza de conformarte.
Cuando dejas de escalar.
Cuando encoges tus sueños para que encajen con tu miedo. Cuando olvidas que la única razón por la que existen los gigantes es para que crezcas lo suficiente como para mirarlos a los ojos.
Tus desafíos no son más grandes que tú — están hechos a tu medida.
Diseñados para estirarte, afilarte, despojarte de la versión de ti que no puede manejar lo que espera en la cima.
Y la única forma de perder este juego es pulsando “pausa” y nunca volver a darle a “reanudar”.
Así que mantén la cabeza en alto. Incluso en los días en que tu confianza esté por los suelos. Incluso cuando tu espíritu esté cansado.
Recuerda la ley por la que viven todos los grandes: constancia, positividad, paciencia y determinación. No es magia — es matemática.
Si sigues presente el tiempo suficiente, la ecuación acabará equilibrándose a tu favor.
Gana, no porque sea fácil, sino porque el destino no se equivocó al elegirte.
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Cada vez que fijas la vista en un nuevo objetivo, la vida te envía su propia prueba personalizada — tu Goliat personal. Puede aparecer a través de tu carrera, de tu familia, de pérdidas repentinas, de retrasos que te hacen dudar de ti mismo o de batallas que nadie sabe que estás librando.
Pero hay algo que está garantizado: todos tienen su turno en el ring.
Nadie está exento.
El universo es dolorosamente justo en ese sentido.
Y por eso, burlarse del nivel de alguien o envidiar el ascenso de otro es una tontería.
No sabes la tormenta por la que han tenido que arrastrarse, y ellos no conocen el fuego en el que tú te encuentras.
Todos somos humanos en diferentes capítulos del mismo libro — algunos en su invierno, otros en su primavera. Reírse de la lucha de alguien solo revela tu ignorancia, no su debilidad.
La verdadera tragedia no es el desafío... es cuando dejas que el desafío te convenza de conformarte.
Cuando dejas de escalar.
Cuando encoges tus sueños para que encajen con tu miedo. Cuando olvidas que la única razón por la que existen los gigantes es para que crezcas lo suficiente como para mirarlos a los ojos.
Tus desafíos no son más grandes que tú — están hechos a tu medida.
Diseñados para estirarte, afilarte, despojarte de la versión de ti que no puede manejar lo que espera en la cima.
Y la única forma de perder este juego es pulsando “pausa” y nunca volver a darle a “reanudar”.
Así que mantén la cabeza en alto. Incluso en los días en que tu confianza esté por los suelos. Incluso cuando tu espíritu esté cansado.
Recuerda la ley por la que viven todos los grandes: constancia, positividad, paciencia y determinación. No es magia — es matemática.
Si sigues presente el tiempo suficiente, la ecuación acabará equilibrándose a tu favor.
Gana, no porque sea fácil, sino porque el destino no se equivocó al elegirte.