El 3 de diciembre, el precio de Bitcoin superó los 92.000 dólares, y detrás de este movimiento podría estar una noticia inesperada: aquel Vanguard que en su día miraba con recelo a las criptomonedas, ha dado finalmente su brazo a torcer.

Este gigante, el segundo mayor gestor de activos del mundo, ha permitido recientemente a los inversores operar el ETF de Bitcoin al contado de BlackRock en su plataforma. William Stern, fundador de Cardiff, ha calificado este hecho directamente como “la rendición de la fortaleza anti-cripto”. Y lo ha dicho aún más claro: “Cuando los críticos se convierten en distribuidores, el mensaje para los asesores financieros es que ahora es seguro subirse al tren. El mercado lleva tiempo adelantándose, y la avalancha de capital está a punto de llegar”.

¿Ha sido repentino el cambio? Solo hay que ver la reacción de Brian Huang, cofundador de Glider: “En una sola noche llega la bomba: Vanguard, que era uno de los principales opositores, ahora también va a abrazar los ETF cripto”. Él considera que esto significa que la mentalidad inversora tradicional está colapsando, y que la demanda de los clientes ha terminado por imponerse sobre los riesgos percibidos.

Pero lo más relevante aún está por venir. Bank of America también se ha pronunciado recientemente: Chris Hyzy, director de inversiones de Merrill y Bank of America Private Bank, ha dado una recomendación clara: para los inversores capaces de soportar alta volatilidad y con interés en la innovación temática, se puede considerar asignar entre el 1% y el 4% del patrimonio a las criptomonedas.

Brian Huang lo llama “otro gran anuncio de un gigante”, y añade: “El precio da igual, el ritmo de adopción institucional no ha frenado en absoluto. ¿A largo plazo? Todos apuestan a que Bitcoin llegará a 150.000 dólares, solo es cuestión de tiempo”.

¿Qué significan estos movimientos de Vanguard y la postura de Bank of America? Que las puertas del mundo financiero tradicional se están abriendo de par en par a los activos digitales, y más rápido de lo que imaginábamos. Cuando hasta los más conservadores empiezan a abrazar el cambio, el equilibrio del mercado ya se ha inclinado silenciosamente.