El nuevo intento de BHP de descarrilar el acuerdo de cobre Anglo-Teck—un monstruo de $60 mil millones—acaba de iniciar otra ronda de guerra corporativa. No se trata solo de quién escribe el cheque. Es una batalla sobre valoraciones que se niegan a alinearse, reguladores observando cada movimiento y, en última instancia, quién logra dominar la cadena de suministro de cobre—sin duda, el metal clave para todo, desde vehículos eléctricos hasta centros de datos. ¿Las apuestas? Control sobre uno de los mercados de recursos más ajustados del planeta.