Cuando ETH superó los 4800, en realidad ya había detectado señales de techo.

En ese momento mi plan era muy claro: abrir una posición corta a largo plazo y aprovechar esa gran caída. Pero después de unos días empecé a dudar: algunos decían que los futuros no eran adecuados para mantener a largo plazo, otros me aconsejaban operar con mayor flexibilidad. Cuanto más escuchaba, más confusa se volvía mi propia opinión, y al final cerré la posición antes de tiempo y me salí.

Ahora, mirando atrás, ese nivel realmente fue una ventana de oportunidad para ponerse en corto que solo ocurre una vez cada cuatro años. Lo anticipé con tiempo, pero no fui capaz de ejecutarlo bien.

Lo más irónico fue en 2020. En lo más profundo del mercado bajista, quedé con un amigo en que, cuando el precio tocara fondo, pondríamos 300.000 a entrar poco a poco. Pero me pasé los días investigando esto y aquello, y cuando llegó el momento, dudé y no abrí ni una sola posición. Cuando empezó el mercado alcista, solo pude ver cómo otros recogían beneficios.

Esta vez, en la caída desde el techo, igual: tenía la estrategia definida, pero por la volatilidad a corto plazo cerré antes de tiempo y no saqué nada.

¿Dónde está el problema?

No es falta de criterio, es falta de ejecución. Siempre me dejo influenciar por opiniones externas en los momentos clave y no consigo seguir mi propio plan. Entre saber qué hacer y hacerlo de verdad, hay un obstáculo que nunca logro superar.

Si no cambio, estoy condenado a quedarme estancado en el mundo cripto toda mi vida.

Esta vez tengo que entenderlo: el mercado bajista es la mayor ventana de oportunidad. Cuando los demás venden en pánico, es justo el momento de analizar los proyectos con calma y construir posiciones poco a poco. Si lo tengo claro, debo ejecutarlo con determinación y no volver a dejarme llevar por el ruido del mercado.

O no hago nada, o si actúo, que sea para obtener resultados. Esta vez debo lograr la coherencia entre lo que sé y lo que hago.