Todavía no puedo creer esta historia. Hace 49 años, yo, Ronald Wayne, cometí el error más estúpido de mi vida. Recuerdo cómo dibujé con mis propias manos el primer logotipo de la empresa, cómo trabajé arduamente en el manual para el Apple I. ¿Y qué hice? ¡Tuve miedo! Vendí mi participación por ridículos 800 dólares.
¡Hoy estos papeles se habrían convertido en 300 mil millones! ¿Puedes imaginar esta suma? Yo no. Me despierto cada día pensando en esto.
¿Y saben cuál es la ironía? ¡Tenía miedo de arriesgar! Tenía miedo de perder mis miserables ahorros si la empresa fracasaba. Ahí tienes una "sabia" decisión.
Ahora tengo 91 años, vivo de una pensión del estado, alquilo un viejo departamento para poder llegar a fin de mes. Y estos chicos, Steve y el segundo Steve, se han convertido en leyendas. ¿Quién recuerda ahora al tercer cofundador? Nadie.
Mi ejemplo es la prueba más clara de que a veces no arriesgarse significa perderlo todo. Pensé que elegía la seguridad, pero en realidad elegí la pobreza.
Así que recuerden mi amarga lección. Cuando tengan dudas, arriesguen. Porque el mayor riesgo es evitar el riesgo.
Podría ser uno de los hombres más ricos del planeta, pero en cambio, veo cómo mi nombre se borra de la historia.
¿Amargo? Sin duda. Pero tal vez mi error le enseñe algo a alguien.
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🍏 300 mil millones se desvanecieron por miserables 800 dólares
Todavía no puedo creer esta historia. Hace 49 años, yo, Ronald Wayne, cometí el error más estúpido de mi vida. Recuerdo cómo dibujé con mis propias manos el primer logotipo de la empresa, cómo trabajé arduamente en el manual para el Apple I. ¿Y qué hice? ¡Tuve miedo! Vendí mi participación por ridículos 800 dólares.
¡Hoy estos papeles se habrían convertido en 300 mil millones! ¿Puedes imaginar esta suma? Yo no. Me despierto cada día pensando en esto.
¿Y saben cuál es la ironía? ¡Tenía miedo de arriesgar! Tenía miedo de perder mis miserables ahorros si la empresa fracasaba. Ahí tienes una "sabia" decisión.
Ahora tengo 91 años, vivo de una pensión del estado, alquilo un viejo departamento para poder llegar a fin de mes. Y estos chicos, Steve y el segundo Steve, se han convertido en leyendas. ¿Quién recuerda ahora al tercer cofundador? Nadie.
Mi ejemplo es la prueba más clara de que a veces no arriesgarse significa perderlo todo. Pensé que elegía la seguridad, pero en realidad elegí la pobreza.
Así que recuerden mi amarga lección. Cuando tengan dudas, arriesguen. Porque el mayor riesgo es evitar el riesgo.
Podría ser uno de los hombres más ricos del planeta, pero en cambio, veo cómo mi nombre se borra de la historia.
¿Amargo? Sin duda. Pero tal vez mi error le enseñe algo a alguien.