Con los buenos, como entrar en una habitación de orquídeas, y con el tiempo uno mismo se vuelve fragante; con los malos, como entrar en un mercado de mariscos, y con el tiempo uno mismo se vuelve apestoso.
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Con los buenos, como entrar en una habitación de orquídeas, y con el tiempo uno mismo se vuelve fragante; con los malos, como entrar en un mercado de mariscos, y con el tiempo uno mismo se vuelve apestoso.